Cuando el parto no comienza naturalmente, la inducción es una opción. Conoce más sobre la inducción del trabajo de parto en este artículo.
La inducción del trabajo de parto, también conocida como parto inducido, consiste en estimular las contracciones uterinas durante el embarazo para iniciar el proceso de parto vaginal de manera artificial. Esto se realiza cuando se cumplen las condiciones para un parto seguro y/o cuando el bebé ha alcanzado la etapa de término y está listo para nacer, pero debido a diversas circunstancias, como la falta de inicio espontáneo del trabajo de parto después de las 41 semanas, la ruptura de membranas, u otras situaciones estables en las que el nacimiento sería beneficioso para el bebé.
La dilatación cervical es un aspecto crucial para determinar si la inducción será efectiva. Esta dilatación se refiere a la apertura progresiva del cuello del útero en preparación para el parto. Se mide en centímetros, siendo necesario alcanzar al menos 10 centímetros para que el bebé pueda pasar a través del canal del parto. La evaluación de la dilatación se realiza mediante exámenes físicos realizados por una profesional de la salud, como las ginecólogas de Plenna, durante el proceso de parto.
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La edad gestacional del bebé, confirmada por ultrasonidos regulares, también es un factor determinante para decidir si se realiza la inducción del trabajo de parto. Generalmente, se ofrece a mujeres con embarazos de bajo riesgo entre la semana 39 y 40, de acuerdo con recomendaciones basadas en estudios recientes.
Por lo general, la inducción del trabajo de parto se lleva a cabo en un entorno hospitalario o centro de partos, donde tanto la madre como el bebé pueden ser monitorizados y recibir atención especializada. Esto garantiza un seguimiento cercano durante el proceso de parto y la disponibilidad de servicios médicos necesarios para asegurar la seguridad y el bienestar de ambos.
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