Cuando pones a tu cuerpo en un estado de hambruna (alias “dieta”), él no sabe si es por decisión propia o porque hay una guerra allá afuera y no hay comida. Claro, al principio se acaba tus reservas (alias “jabonera” o “pachi”), pero el cuerpo es tan sabio y tan increíble que siempre va a buscar sobrevivir...
“¿A qué edad fue la primera vez que escuchaste la palabra ‘dieta’?” es una pregunta que hago de manera habitual en la primer consulta de cada uno de mis pacientes. Generalmente recibo respuestas como: “a los 6 años”, “a los 10” o “desde que tengo memoria”... Y no es una respuesta con una sonrisa en la boca, es una respuesta con gesto de vergüenza, como si fueran los únicos fracasando en el camino para llegar a ese “cuerpo perfecto”.
Déjame te explico: cuando pones a tu cuerpo en un estado de hambruna (alias “dieta”), él no sabe si es por decisión propia o porque hay una guerra allá afuera y no hay comida. Claro, al principio se acaba tus reservas (alias “jabonera” o “pachi”), pero el cuerpo es tan sabio y tan increíble que siempre va a buscar sobrevivir y no dejarte morir, así que hace de las suyas para ir almacenando todo lo que va entrando al cuerpo. Aquí entran esas personas que dicen “hasta el aire me engorda” o el famoso rebote. Por favor recuerda siempre que tu cuerpo no está aquí para hacerte la vida de cuadritos, su única función es la supervivencia.
Con la palabra “dieta” me refiero a esas dietas restrictivas o de moda que te dicen qué, cuándo y cuánto comer y te desconectan de las señales de tu cuerpo. En el término “dietas de moda” entra cualquier plan alimenticio que cumpla con las siguientes características: elimina un grupo de nutrientes (proteínas, carbohidratos o grasas), te divide los nutrientes por día, es restrictivo, incluye pastillas “naturales” que te quitan el apetito”, divide los alimentos como “permitidos” y “no permitidos”, te obsesiona por comer saludable, disminuye tu energía, hace que comer te genere frustración, dejas de salir con tus amigos porque “no sabes qué vas a pedir”, y lo más importante… no puedes hacerlo por el resto de tu vida.
¿Sabías que el 90% de las personas que bajan de peso haciendo dieta regresan a su peso inicial o más en un promedio de 5 años? Pero esa parte nadie la cuenta. Tampoco cuentan que las dietas generan obsesión y miedo a los alimentos, provocan atracones y un sube y baja en el peso tan drástico y por tantos años que pone en riesgo a la salud.
La industria de las dietas es el único negocio que gana billones de dólares al año y te culpa a ti si no funciona. Es como si compro la misma licuadora una y otra vez y cada vez que la conecto se descompone. El problema es la licuadora, no quien la conecta.
Desde que nacemos tenemos ese “instinto” por elegir los alimentos que nos hacen bien, de hecho, hasta cierta edad nuestro propio cuerpo nos avisa qué, cómo y cuándo comer. Conforme vamos creciendo lo que sentimos y pensamos juegan un papel bastante importante en esta decisión. Y claro, yo le digo a mis pacientes que no estamos hechos solamente de estómago y lengua… también tenemos un cerebro.
Entonces, ¿comer intuitivamente es comer lo que yo quiera, cuando yo quiera y en la cantidad que yo quiera? ¿Es ver un pastel y comerme los pedazos que se me antojen? ¿Es prepararme unas papas con elote todas las tardes? ¿Es ir al cine y pedir las palomitas grandes? No, nada de eso es comer intuitivamente.
Lo que sí es: sí es hacer las paces con los alimentos, comer lo que sea que sacie tus antojos, sí es darle el permiso incondicional a tu cuerpo para comer… pero comer cuando yo quiera sin evaluar mis estándares de hambre y saciedad puede causar distención abdominal, acidez, estreñimiento, diarrea, alteraciones hormonales y te aseguro que no será una experiencia placentera.
Como comedor intuitivo podrás saber qué es lo que le hace falta a tu cuerpo en ese momento, desde un pedazo de brownie hasta una ensalada, no es magia ni algo que se logra de la noche a la mañana, pero es un proceso increíble lleno de autocompasión, conocimiento introspectivo y sobretodo volver a tus raíces, confiar en tu cuerpo y las señales que te manda.
Comer intuitivamente no va a cambiar solamente tu relación con la comida, va a cambiar tu vida por completo.
Quiero compartirte algunos comentarios que han hecho mis pacientes después de aprender a comer intuitivamente:
“No sé qué pasó con la ansiedad que me daba a media tarde, desapareció por completo”.
“He aprendido a comer sin estar en piloto automático, antes no podía dejar de comer si había comida en el plato, ahora la pido para llevar en el momento que me siento satisfecha”.
“Antes creía que si te decía todo lo que había comido fuera del menú me ibas a regañar y juzgar, pero con el tiempo me di cuenta que era yo mismo el que se juzgaba demasiado, era mi Food Police interno”.
“Cuando comencé a tener otros momentos en mi día que me emocionaban y motivaban, la comida pasó a segundo plano y dejé de comer relacionado a mis emociones”.
“Cuando me diste el permiso de comer Nutella cuando quisiera se me dejó de antojar, era lo prohibido lo que me hacía descontrolarme al comerla”.
“Yo había hecho millones de dietas, de verdad pensé que jamás iba a dejar de preocuparme por eso. Cuando empecé a practicar la alimentación intuitiva por fin pude enfocar mi energía a otro tema completamente fuera de mi comida”.
Te enseña a estar consciente de los beneficios de cada alimento que preparas e ingieres, a elegir alimentos que sean placenteros tanto para tu paladar como para nutrir tu cuerpo utilizando todos tus sentidos para saborear, oler, etc. También te permite distinguir qué alimentos te gustan y cuáles no sin juzgar si “engordan” o no y te enseña a ser consciente de las sensaciones de hambre y saciedad para tomar tu decisión de cuándo comenzar y dejar de comer.
También te ayuda a sanar tu relación con la comida, pues aborda temas de distorsión cognitiva, alimentación emocional, la necesidad de incluir el elemento “satisfacción” en cada uno de tus platillos, actividad física o ejercicio por el hecho de que se siente bien, rechaza la mentalidad de dieta y restricción de nutrientes, utilizar la información nutricional sin juzgarla y respetar siempre a tu cuerpo, sin importar tu peso.
Si al comer no piensas en las calorías de tu plato, eres capaz de escuchar tus señales de hambre y comer, escuchar tus señales de saciedad y parar de comer, darte tus antojos sin remordimiento, dejas de etiquetar alimentos como “permitidos” y “prohibidos”, sabes qué alimentos le caen bien o mal a tu cuerpo… entonces ¡felicidades! Eres un comedor intuitivo.
Si todavía no lo eres pero te gustaría aprender más sobre este cambio de alimentación y de vida, ¡agenda tu primera sesión aquí!
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